Por suerte cualquiera puede salir campeón, de otro modo el fútbol sería
menos apasionante que el cricket o tendría los mismos previsibles campeones diez
años seguidos como el tenis.
Por suerte la Historia
de los equipos no sirve para nada, ni jugando de local. Puede venir cualquiera y ganarle a Brasil, a Holanda o a la Argentina , eso es lo que mantiene la adrenalina
en marcha. Entonces ese cualquiera deja de ser cualquiera, entra a la Historia Grande y se convierte en Cabeza de Serie y es
probable que dentro de cuatro años se vuelva a su casa al segundo día.
El campeón anterior, el que levantó la copa pasada, casi siempre
se va antes; ganar dos mundiales seguidos es una rareza, lo logró Italia hace
80 años y Brasil en los 60.
Ningún técnico hace goles y el Orden, en el fútbol, por suerte no significa nada.
El Pizarrón se inventó para anotar con tiza el menú. El famoso
Dibujo del equipo en la cancha te lo borran en cualquier momento; porque el
Dibujo es animado y los personajes se van moviendo; algunos como el pérfido Coyote
y otros como el Correcaminos, hasta que un coyote torpe y malvado te hace un
gol de rabona o de casualidad y los correcaminos se quedan sin piernas y van cayendo
de a uno en un precipicio con silbido en fade out hasta la nubecita de polvo.
El Nivel es un artefacto que indica la rectitud de un plano o una
marca de pintura en la piscina, o una estaca en un río; lo que tienen los equipos de fútbol es un profundo Desnivel en movimiento
perpetuo, de ahí la gracia y la sorpresa. Todo lo que se mueve vive, menos Joseph
Blatter.
El Origen, o sea la creencia de que el fútbol es como la vida de
un país por otros medios, es una barrabasada sociológica ilustrada plena de racismo social, étnico y
político que cualquier jugada puede desmantelar. Hasta los 120 minutos,
cualquier ser humano del planeta te la puede embocar, desde cualquier ángulo y de
cualquier manera. La posibilidad de que te la emboquen subyace en el inconsciente colectivo y no siempre es tan malo, aunque no tenga remedio.
Al final está el Penal, esa sentencia que en el barrio llamábamos El
Fusilamiento y terminaba mal; siempre los fusilamientos terminan mal.
Nos apasionamos mas por el misterio que por la certidumbre; el
final abierto, la conclusión de que el asesino puede ser cualquiera y mantenerse oculto entre la multitud, a la vista de todos en un rincón de la cancha, incluso en el banco de
suplentes o corriendo afuera de la línea de cal con una banderita que se traba
inoportuna en el tubito del gas pimienta y se muestra a destiempo.
Si ganamos bien; pero si ganamos creyendo en Dios estamos fritos,
nunca podremos festejar nuestra propia grandeza en paz. Dios no existe y eso lo
sabe hasta Maradona, aunque siga boqueando y mire para arriba.
JP
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